ENCEFALOPATIA HEPATICA


La encefalopatía hepática es una complicación frecuente en los pacientes con insuficiencia hepática, y ha demostrado ser un evento importante en la historia natural de la enfermedad y en el pronóstico de la misma.

Las enfermedades del sistema digestivo fueron la 5ª causa más frecuente de mortalidad general en México en el 2011, de las cuales las enfermedades del hígado representan el primer lugar (32,728 defunciones por año) (INEGI, 2011).

 

La encefalopatía hepática ocurre en al menos 30% a 45% de los pacientes con cirrosis y del 10% al 50% de los pacientes con cortocircuitos portosistémicos intrahepáticos transyugulares. La encefalopatía hepática mínima se presenta en el 60% de los pacientes con cirrosis hepática, por ello la importancia de un diagnóstico temprano.


Encefalopatía hepática describe el espectro de anormalidades neuropsiquiátricas potencialmente reversibles en pacientes con disfunción hepática aguda o crónica, después de haber excluido otras anormalidades neurológicas y/o metabólicas.

La definición es simple de aplicar en pacientes previamente sanos que se presentan con enfermedad hepática aguda y síntomas neuropsiquiátricos completos, sin embargo, es más difícil de aplicar en aquellos con insuficiencia hepática crónica que tienen solo signos leves de alteración de la función cerebral, particularmente en el contexto en el que la causa subyacente se asocia a manifestaciones neurológicas (hepatopatía por alcohol o enfermedad de Wilson).

 

Los mecanismos fisiopatológicos involucrados en la encefalopatía hepática son:

  1. • Hiperamonemia.
  2. • Falsos neurotransmisores.
  3. • Citocinas inflamatorias.
  4. • Estrés oxidativo.
  5. • Estrés nitrosativo.
  6. • Neuroesteroides.
  7. • Receptores de benzodiacepinas.
  8. • Productos bacterianos e infección bacteriana.
  9. • Hiponatremia.
  10. • Neuroinflamación. (ver anexo 5.3, Figura 1)


 


La hiperamonemia actúa como neurotoxina, afectando la barrera hematoencefálica y el trasporte de aminoácidos aromáticos con deterioro en la síntesis de serotonina y dopamina, además de la producción de falsos neurotransmisores deteriorando la función GABAérgica, serotoninérgica y glutamatoérgica.

 

Los astrocitos son responsables de la remoción del amonio por medio de la glutamina sintetasa. La hiperamonemia crónica produce cambios estructurales en los astrocitos disminuyendo la protección neuronal y aumentando la producción de radicales de oxígeno y de nitrógeno.

 

El edema cerebral resultante de la hiperamonemia es secundario a mecanismos citotóxicos, incluido el reclutamiento de acuaporinas tipo 4, siendo menos importantes los mecanismos vasogénicos y los cambios de barrera hematoencefálica.

 

Una de las fuentes de producción de amonio es el musculo esquelético, por lo que pacientes con etapas avanzadas de insuficiencia hepática puede existir hiperamonemia por catabolismo muscular.

 

El riñón es responsable de síntesis y excreción de amonio, por lo tanto, los cambios en la filtración glomerular, alcalosis metabólica y la depleción de volumen pueden contribuir a la hiperamonemia. 

Los productos metabólicos de algunas bacterias como mercaptanos y fenoles pueden desencadenar encefalopatía hepática sin presentar hiperamonemia.


Los factores precipitantes de encefalopatía hepática son:

  1. • Deshidratación.
  2. • Hemorragia de tubo digestivo.
  3. • Infecciones.
  4. • Constipación.
  5. • Aumento en la ingesta aminoácidos de tipo aromático.
  6. • Fármacos de acción en SNC.
  7. • Hipopotasemia.
  8. • Hiponatremia.
  9. • Daño renal.
  10. • Obstrucción urinaria.
  11. • Cirugía.
  12. • Cortocircuitos intrahepáticos portosistémicos transyugulares (TIPS siglas en Inglés).
  13. • Lesión hepática aguda.
  14. • Carcinoma hepatocelular.
  15. • Enfermedad hepática terminal. (Ver Anexo 5.3, Cuadro 1).



 

Las infecciones son el precipitante más común de encefalopatía hepática, teniendo 5 veces más riesgo de infecciones los pacientes hospitalizados.

Las citocinas inflamatorias liberadas en daño celular (infección, cirugía, hemorragia gastrointestinal etc.) producen un reclutamiento celular que atraviesa la barrera hematoencefálica con la consecuente afección a nivel del SNC y el desarrollo de encefalopatía hepática.

 

En pacientes con edema y ascitis en quienes se induce abundante diuresis con depleción de volumen puede producir deshidratación, alcalosis metabólica y trastornos hidroelectrolíticos que precipitan el desarrollo de encefalopatía hepática.

 

La hemorragia gastrointestinal puede aumentar la producción de precursores de amonio (aminoácidos, péptidos y proteínas) por lo tanto es un factor desencadenante.

 

Los pacientes con diabetes mellitus y/o desnutrición son proclives a presentar encefalopatía hepática, por lo que se recomienda poner mayor énfasis en esta población.

La constipación intestinal es un factor precipitante de encefalopatía hepática debido a mayor permanencia de las proteínas de la dieta a las bacterias de la luz intestinal, provocando mayor producción y absorción de amonio. 

Se recomienda evitar el uso de sedantes o hipnóticos en estos pacientes por los efectos depresores en el SNC porque estos pueden desencadenar la encefalopatía hepática.



El diagnóstico diferencial de encefalopatía hepática es difícil y debe ser por exclusión, por ende, debe realizarse con patologías de manifestaciones clínicas similares. 

El diagnóstico diferencial que se debe contemplar ante la presencia de un cuadro similar es:

  1. • Encefalopatías metabólicas.
  2. • Hemorragia intracraneal.
  3. • Evento vascular cerebral isquémico.
  4. • Infecciones del sistema nervioso central.
  5. • Neoplasias.
  6. • Delirium tremens.
  7. • Alcoholismo.
  8. • Estado postictal.
  9. • Síndrome de Wernicke-Korsakoff.
  10. • Demencia (Alzheimer, fronto-temporal, Pick, vascular). (Ver anexo 5.3, Cuadro 2).


Las características clínicas asociadas a insuficiencia hepática pueden incluir:

  • • Desgaste muscular.
  • • Ictericia.
  • • Ascitis.
  • • Eritema palmar.
  • • Edema.
  • • Telangectasias en araña.
  • • Hedor hepático.

 

Algunas manifestaciones como el desgaste muscular, telangectasias en araña y eritema palmar están usualmente ausentes en pacientes previamente sanos que se presentan con falla hepática fulminante, ya que su desarrollo requiere de un periodo relativamente largo de disfunción hepática.

 

La historia clínica generalmente revela la causa precipitante. Estas incluyen:

  1. • Hipovolemia.
  2. • Sangrado gastrointestinal.
  3. • Hipocalemia y/o alcalosis metabólica.
  4. • Hipoxia.
  5. • Uso de sedantes o hipnóticos.
  6. • Hipoglucemia. (Transgresión dietética).
  7. • Infección (incluyendo peritonitis bacteriana espontanea).
  8. • Menos frecuente hepatoma y/o oclusión vascular (trombosis de vena hepática o portal).

 

Las funciones afectadas en el pacientes con encefalopatía hepática se engloban en 4 áreas de relevancia clínica:

  1. • Función intelectual.
  2. • Conciencia.
  3. • Cambios de personalidad.3
  4. • Manifestaciones neuromusculares.

 

Subtipos clínicos de encefalopatía hepática:

  1. • Tipo A (asociada a falla hepática aguda).
  2. • Tipo B (asociada a corto-circuito porto-sistémico).
  3. • Tipo C (asociado a cirrosis).
    1. o Episódica. (recurrente, espontanea, precipitada).
    2. o Persistente. (leve, grave, dependiente de tratamiento)
    3. o Mínima. (Ver anexo 5.3, Cuadro 3).



 

Diagnóstico Clínico

 

El diagnóstico de encefalopatía hepática es de exclusión ya que se debe descartar otras encefalopatías metabólicas. Igualmente investigar otras causas orgánicas neurológicas de encefalopatía, sobre todo si no hay mejoría clínica.

 

Los Criterios de West Haven (CWH) evalúan la severidad y clasifica en cinco grados la encefalopatía hepática dependiendo del estado de conciencia y respaldado por la evaluación de otras funciones cerebrales afectadas incluyendo una evaluación subjetiva de las funciones intelectuales, personalidad, cambios del comportamiento y manifestaciones neuromusculares. (Ver Anexo 5.3, Cuadro 4).


 


Escala simplificada de West Haven.

Grado Manifestaciones neurológicas

0--- Sin alteraciones de la conciencia, función intelectual o comportamiento.

1--- Euforia, ansiedad, alteración en cálculo (suma).

2--- Letargo o apatía, desorientación mínima en tiempo y lugar, cambios sutiles de personalidad, alteración en cálculo (resta).

3--- Somnolencia a semi-estupor, pero con respuesta al habla, confusión y gran desorientación.

4--- Coma; sin respuestas al habla o al dolor.

 

Se recomienda evaluar de manera rutinaria el grado de encefalopatía hepática debido a que las respuestas a las intervenciones terapéuticas pueden ser cuantificadas y reproducibles de manera confiable.

 

A pesar de numerosos estudios de neuroimagen disponibles, las escalas clínicas permanecen como la mejor herramienta para determinar la eficacia a la respuesta terapéutica en encefalopatía hepática.



Los pacientes con encefalopatía hepática con cambios sutiles que pueden pasar desapercibidos en el examen físico y solo son detectados a través de pruebas psicomotrices, solían ser referidos como encefalopatía subclínica, aunque el término actual es encefalopatía hepática mínima.

 

La encefalopatía hepática en la que los cambios clínicos son obvios se le da el término de

encefalopatía hepática manifiesta.

La encefalopatía hepática episódica se subdivide en:

• Encefalopatía hepática recurrente: dos o más episodios en 1 año.

• Encefalopatía hepática precipitada: existe un factor precipitante identificado.

• Encefalopatía hepática espontánea: no existe un factor precipitante identificado.

 

Encefalopatía hepática persistente: aquella que tiene más de 4 semanas de duración. Se considera encefalopatía leve al grado I y severa a los grados II-IV.

 

Los cambios clínicos que pudieran orientar a encefalopatía hepática mínima son:

  1. • Pobre interacción social.
  2. • Cambios de personalidad.
  3. • Bajo rendimiento en el trabajo.
  4. • Infracciones recientes de tránsito.
  5. • Accidentes de vehículo motorizado.

Diagnóstico Paraclínico

Las pruebas neuropsicológicas son un método establecido para cuantificar deterioro cognoscitivo debido a varias formas de encefalopatía, incluyendo encefalopatía mínima.

 

Las pruebas paraclínicas para encefalopatía incluyen un amplio sistema de clasificaciones que evalúan la función neurofisiológica y neuropsicológica, bioquímicas y de imagen.

Las pruebas rápidas para la evaluación neuropsicológica son:

• El score psicométrico para encefalopatía hepática (PHES).

• R-BANS.

• PES-Syndrome test (Síndrome de Hipertensión Porto- Sistémica).

 

Se recomienda utilizar la prueba neurofisiológica de PHES para detección de encefalopatía hepática mínima, consiste en la aplicación de cinco pruebas.

1. Unir con una línea números consecutivos

2. Unir con una línea números y letras consecutivas.

3. Unir con una línea números con figuras.

4. Marcar un punto en el centro de los círculos contenidos en una hoja de papel.

5. Hacer un recorrido entre dos líneas. (Ver Anexo 5.3, Figura 2).


 

Otra prueba de fácil realización y que permite obtener los resultados de forma inmediata, es la prueba “Reitan” que consiste en la conexión de números con una línea, se considera útil ya que el principal problema de las pruebas psicométricas son que carecen de especificidad y requieren tiempo para realizarlas.

 

Las pruebas de evaluación neuropsicológica se recomiendan en pacientes con insuficiencia hepática crónica para descartar encefalopatía hepática mínima.

 

La medición de amonio en sangre puede ser de apoyo diagnóstico y evaluar la respuesta al tratamiento sin ser una herramienta específica para esta patología.

No se recomienda la toma rutinaria de amonio en sangre para el diagnóstico de encefalopatía hepática.

El electroencefalograma (EEG) es el método diagnóstico más objetivo para el diagnóstico de encefalopatía hepática.

 

El EEG sugiere encefalopatía hepática con la presencia de más del 35% de frecuencia theta (lentificación progresiva fronto-parieto-occipital).

Se sugiere el uso de EEG como herramienta de apoyo para el diagnóstico de encefalopatía hepática, en caso de duda diagnóstica.

 

Se sugiere la realización de Tomografía Computarizada y/o Resonancia magnética cerebral ante sospecha clínica de lesiones intracraneales concomitantes


Las medidas generales del tratamiento de la encefalopatía hepática incluyen:

• Detección y tratamiento de factores precipitantes.

• Mejorar el estado mental con tratamiento farmacológico.

 

Corrección de factores precipitantes:

• Prevención de caídas.

• Apoyo nutricional.

• Tratamiento y prevención de hemorragia digestiva.

• Control de infecciones.

• Corrección anormalidades hidroelectrolíticas.

• Manejo de constipación.

• Suspender medicamentos con efecto sedante.

• Tratar insuficiencia renal.

• Considerar intubación orotraqueal (grados III y IV).

 

Se considera razonable restringir la conducción vehículos automotores a pacientes con encefalopatía persistente asociada a cirrosis.

En caso de deshidratación se recomienda la suspensión de diuréticos, administración de solución salina y terapia para corregir la causa subyacente de pérdida de líquidos y electrolitos.

 

Recomendaciones nutricionales:

• Se recomienda un aporte calórico de 30-35 kcal/kg/día.

    o Carbohidratos 50-60%.

    o Proteínas 20-30% (1-1.5 g/kg/día).

    o Grasas 10-20%.

• Restricción de sodio a menos de 2 g/día.

• Hacer 4-6 tomas al día incluyendo una antes de dormir.

• Suplementar vitaminas (A, D, E, K, complejo B), zinc y calcio si es necesario.

• Considerar aumentar las proteínas de origen vegetal, lácteas y los aminoácidos de cadena ramificada.

 

Se debe ofrecer una dieta normoproteica y evitar la restricción de proteínas.

La investigación de hemorragia gastrointestinal puede requerir estudio de sangre oculta en heces y/o aspirado gástrico con sonda nasogástrica. Cabe recordar que debe tratarse de manera apropiada.

 

Se deben investigar fuentes de infección en todos los pacientes, después de realizar la toma de muestras es razonable iniciar antibióticos de amplio espectro en los pacientes que presentan fiebre, leucocitosis o encefalopatía hepática grado III y IV.

 

En pacientes con ascitis y encefalopatía hepática se recomienda realizar paracentesis para descartar la presencia de peritonitis bacteriana espontanea, una vez descartado otros sitios de posible infección.

Se debe buscar y corregir de manera rutinaria hipopotasemia. Es importante tener en cuenta que el uso de lactulosa puede ocasionar hipopotasemia secundaria a perdidas por diarrea.

 

La hiponatremia puede exacerbar la encefalopatía hepática pero también suele ser causa de afección neurológica, especialmente con niveles menores de 120 mmol/L.

 

La constipación es considerada causa de encefalopatía hepática y debe ser tratada con laxantes o enemas.

En caso de encefalopatía hepática, se debe investigar el uso de benzodiacepinas o narcóticos y suspenderlos si se están utilizando.

En pacientes con encefalopatía hepática grado III-IV donde se sospeche intoxicación por benzodiacepinas o narcóticos, se puede requerir flumazenil o naloxona para revertir sus efectos. La dosis recomendada de flumazenil es de 2 mg administrados en 5 a 10 minutos.

 

La meta del tratamiento farmacológico es mejorar el estado mental al disminuir los niveles de amonio. Esto se puede lograr al disminuir su producción alterando la flora bacteriana o aumentando su excreción.

Los disacáridos no absorbibles reducen la absorción de amonio a nivel del colon por efecto catártico y disminuyen su producción al acidificar el contenido intraluminal, disminuyendo la cantidad de bacterias productoras de ureasa y generadoras de amonio. Su uso es aplicable en encefalopatía hepática crónica tipo C, tanto en la manifiesta como en la mínima.

 

Lactulosa se considera efectiva para encefalopatía hepática en:

• Prevención primaria.

• Tratamiento del evento agudo

• Profilaxis secundaria.

 

La dosis utilizada de lactulosa en encefalopatía hepática y profilaxis secundaria es de 30-45 ml (20- 30 gr) de 3 a 4 veces al día. Esta dosis debe de ajustarse teniendo como objetivo lograr 2 a 3 evacuaciones suaves al día.

 

En pacientes con encefalopatía hepática que no esté disponible la vía oral, se recomienda el uso de enemas de lactosa, mezclando 200 gr de lactosa con 800- 1000 ml de agua, manteniendo por lo menos 5 minutos en recto y el paciente en decúbito lateral izquierdo. Pudiendo utilizarse lactulosa 300ml mezclado en 1000 ml de agua.

 

Los antibióticos no absorbibles han tenido eficacia en el tratamiento de encefalopatía hepática al disminuir el número de bacterias productoras de amonio en el intestino.

 

En pacientes con un evento agudo de encefalopatía hepática no respondedores a disacáridos no absorbibles se recomienda el uso de antibióticos orales (nemocina, metronidazol, vancomicina).

 

Las dosis recomendadas de antibióticos orales en el manejo de la EH son:

• Neomicina 1-2 gr al día dosis máxima 6 gr/día.

• Metronidazol 250 mg vía oral cada 6-12 hrs.

• Vancomicina 2 gr/día vía oral.

 

La rifaximina es un antibiótico oral no absorbible que ha demostrado ser efectivo en el tratamiento de la encefalopatía hepática. Se puede utilizar por periodos mayores de 6 meses para mantener la remisión.

 

La dosis eficaz de rifaximina demostrada para el tratamiento de la encefalopatía hepática manifiesta y mínima es de 1100-1200 mg/día.

Los probióticos alteran la flora bacteriana intestinal resultando en disminución de la producción de amonio y su absorción, debido a un descenso en el pH intraluminal. Además de reducir la translocación bacteriana y la subsecuente endotoxemia y mejorar la circulación hiperdinámica.

 

Se ha demostrado que los probióticos mejoran la encefalopatía hepática mínima y la encefalopatía hepática manifiesta. Se pueden utilizar además en la prevención de recurrencias.

Las especies de probióticos más eficaces son Lactobacilli y Bifidobacteria.

 

L-ornitina-L-aspartato (LOLA) disminuyen los niveles de amonio al proveer sustratos para el ciclo de la urea y la síntesis de glutamina.

 

LOLA es eficaz en los pacientes con encefalopatía grado I y II, sin demostrar mejoría en los pacientes con encefalopatía mínima.

El uso de LOLA no está contraindicado de forma absoluta en pacientes con daño renal, aunque su uso debe ser cauteloso en este grupo de pacientes.

Otras medidas terapéuticas que se han utilizado sin demostrar eficacia son:

• Aminoácidos de cadena ramificada.

• Flumazenil (excepto en encefalopatía precipitada por benzodiacepinas).

• Zinc (excepto en pacientes con deficiencias nutricional).

• Restricción dietética de proteínas.

• Agentes dopaminérgicos (bromocriptina).

• Naloxona (excepto en encefalopatía precipitada por opioides).

 

En caso de encefalopatía hepática que no responde al tratamiento se deberá considerar:

• Falla en detectar o tratar sepsis.

• Patología de sistema nervioso central o endocrina no identificada (hemorragia, hipotiroidismo).

• Uso de sedantes de vida media larga.

• Uso excesivo de laxantes que favorezcan deshidratación y perdida de agua libre.

• Daño renal especialmente que requiera uso de terapia sustitutiva de la función renal.

• Deficiencia profunda de Zinc (especialmente con el uso excesivo de laxantes).

 

En pacientes con encefalopatía hepática refractaria al tratamiento puede ser de utilidad el uso de diálisis extracorpórea de albúmina por medio de MARS (Molecular Adsorbent Recirculating System).

El trasplante hepático ortotópico es el tratamiento definitivo de la encefalopatía hepática, por lo que estos pacientes deben ser considerados para este procedimiento.

 

El uso de lactulosa como monoterapia y el uso de rifaximina adyuvante (en pacientes refractarios a la lactulosa) son las estrategias más efectivas y menos costosas en el tratamiento de la encefalopatía hepática.



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